A través del miedo
El peso en su pecho aumentaba cada día. Las lágrimas se
habían convertido en la única compañía que le quedaba. Había dejado de luchar,
desde hacía bastante tiempo. La ansiedad, esa niebla densa que la rodeaba, se
había apoderado de su mente y de su cuerpo. Solo quería desaparecer, dejar que
el mundo siguiera sin ella.
“No puedo más”, le susurró al vacío. Se había encerrado en
sí misma y no se dejaba ayudar. Mostrar su debilidad era peor que la debilidad
misma.
Una voz rompió el silencio. “No estás sola”, susurró. Al
principio, pensó que era una ilusión, pero la voz volvió de su oscuridad.
“Estoy aquí. Siempre lo he estado. Soy parte de ti, pero no soy
todo lo que eres.”
Marta cerró los ojos, dejando que las lágrimas cayeran en el
vacío. La voz… le resultaba cercana y familiar.
“¿Quién eres?”.
“Soy yo. Soy tú”. Marta comprendió de golpe. Quien le
hablaba era la misma presencia que la había arrastrado al abismo, que le
quitaba el aire. Era la ansiedad que ansiedad le daba.
“Estoy aquí para protegerte”, continuó la voz. “Te llené de
miedo para que no te enfrentaras a lo que te asusta. Pero no soy tu enemiga.”
Marta se quedó en silencio. Esa sensación que nunca se iría ya
no la controlaba. Ahora sabía que, aunque su ansiedad no era invencible era
parte de ella, pero no lo era todo.
Respiró profundamente y dejó de temblar. Se ajustó la
máscara, los guantes y, con paso firme, entró en la sala de operaciones. Su
paciente esperaba tumbado en la camilla. Y, aunque no confiaba en sí misma, no
estaba sola: su equipo confiaba en ella.
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La máscara del más turbado