- mamá no me grites.
- mamá no se te ocurra gritarme. No me levantes la voz.
- Eso, tú quédate calladita, como si no hubiese pasado nada. Ya verás cuando se lo diga a papá. Te vas a enterar de lo que vale un peine.
-¿Y ahora qué hacemos? Porque no podemos seguir así. ¿Me entiendes?
- Mamá, me estás calentando y ya sabes cómo soy cuando me caliento.
- ¡Coño, mamá! ¿Pero tú qué te crees que estás haciendo? Deja de hacer el tonto y mírame a la cara. Te lo he dicho una y mil veces: no salgas cuando no estoy que no hay nadie en casa. Y tú, hala, cabezona ella. Me voy a la calle porque me da la real gana. ¿Te crees que eso es bonito?
- Mira, ya me tienes harta. Te lo he dicho mil veces. ¡Mírame cuando te hablo! Mamá, joder! Que se está haciendo tarde. No querrás que te meta en un asilo ¿no?
- Vale mamá, deja ya de hacerte la muerta y dime donde has dejado las llaves de casa.
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La máscara del más turbado