“¿Sabes que tuve miedo a la verdad de los sentimientos que encontré en mí corazón?”
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Sentado en un banco del parque fumaba el aire frío del invierno. El vaho salía de su boca como humo serpenteante de aquel cigarro apagado que descansaba entre sus manos. Su orgullo le había llevado hasta aquel rincón apartado donde un torbellino de pensamientos se arremolinaban en su cabeza luchando contra aquellos sentimientos. Sentimientos que le habían hecho amarla como nunca había amado a nadie. Sentimientos que habían compartido todos y cada uno de aquellos años. Sentimientos que la oscuridad intentaba ocultar mientras su corazón luchaba para que desapareciese el calor, su calor.
Pasaban las horas mientras el frío penetraba en sus huesos. Pasaban las horas mientras nada parecía tener sentido. Pasaban las horas mientras aquél café permanecía en su recuerdo; mientras aquellos minutos, aquellas horas en las que se amaron, se convertían en meros recuerdos que iban empequeñeciendo.
La amaba pero tenía que abandonarla, no quería que sufriese el cáncer que le habían diagnosticado y que no le dejaba más que seis meses de vida. Pasaban las horas mientras caminaba, alejándose de su amada, para morir en soledad. Pasaban las horas pero él no sabía que ella, esa mañana, no volvería a despertar. Que había estado viviendo sus últimos años de vida inmersa en la más bonita de las emociones, en el calor de sus sentimientos, en los brazos de sus “te quiero”.
Pasaban las horas y nada volvería a ser lo mismo.
Imagen de aquí http://clantongang.com/oldwest/ghost_mist.html
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