06 julio 2011

El niño que lloraba sus sueños


"Buenas noches papi. Buenas noches mami." decía el niño cada noche antes de ir a dormir. Cada noche la misma rutina. Besaba a su padre, después besaba a su madre antes de abrazarla con amor, un sentimiento  que cada noche caminaba junto a su profunda tristeza hasta que dormía.



Cuando caía en su cama y cerraba los ojos, sus sueños venían a buscarle tomando sus manos gentilmente y elevando su cuerpo. Con mucho amor colocaban un par de alas en su espalda para que volase más allá de la frontera de la realidad, una frontera que separaba su vida de aquellos sueños que nunca podía atrapar.


- ¿Por qué lloras niño? - preguntaba una voz. - ¿Por qué mantienes tus ojos cerrados? Si los cierras nunca podrás ver la belleza de este lugar, sus colores, los pájaros bailando alrededor del naranjo o las flores abriendo sus pétalos para recibirte en un baño de sol que te abrace mientras te regalan un arco iris de colores.


- ¡No estoy llorando! - gritó el niño - ¡No estoy aquí, estoy allí!. Estoy solo.


- No, hijo mío. No estás solo. No hoy. No en este momento. Nosotros estamos contigo. - La voz se tornaba cálida y agradable. Una suave, dulce y delicada voz.


Con temor, el niño abrió sus ojos muy despacio. Cuando estuvieron abiertos pudo ver una luz con forma de mujer.  Lentamente la forma se convirtió en carne y huesos, transformándose en una silueta conocida. La de su madre.


- Hijo mío, nunca te dejaría estar solo. Estaré siempre contigo aunque no puedas verme. Incluso cuando no puedas sentirme acariciaré tus cabellos, besaré tus mejillas, te cuidaré en cada momento de tu vida. Si fueses mi hijo estarías siempre entre mis brazos.


- Mamí no digas eso. Por favor, no me dejes solo. Vuelve mami, vuelve!!!


Su madre estuvo cerca suyo pero de la misma manera en que vino se marchó. Cuando su madre desapareció el niño comenzó a correr. Primero despacio pero poco a poco su carrera fue más rápida.



- Corre chico, corre - gritaba su padre - No dejes que tu madre desaparezca. Corre hijo, corre y ven a mi lado, no me dejes solo. No permitas que tu madre me abandone.


Cada noche el niño soñaba el mismo sueño. Un sueño de luz y oscuridad que nunca quería ver, que nunca quería dejar marchar. Mientras el chico corría tras su madre para atraparla y traerla de vuelta a su lado, su padre se giraba y caminaba en sentido contrario, alejándose de ellos. El chico paraba; miraba a su madre, miraba a su padre sin poder hacer nada para impedir que se alejasen. Sus padres se desvanecían de la misma manera en que una lágrima caía por la mejilla del chico hasta desaparecer.


Una, dos, tres... un mar de lágrimas cubría su ojos cuando el chico se levantaba. Un extraño sentimiento de tristeza crecía en su interior, en su alma. Mirando a través de la ventana su mirada se perdía más allá del horizonte mientras pensaba "¿Por qué?" El silencio era su respuesta. Miraba fuera, a través de la ventana, a través de las rejas del orfanato mientras el niño lloraba sus sueños.

Las imágenes son de aquí
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6 comentarios:

  1. Esta historia la escribí originalmente en inglés. Muy Sandman o Neil Gaiman.
    Y es que siempre anhelamos lo que no tenemos.

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  2. Yo quiero q me salgan alas, aunq sea en sueños. O no, porq volaría demasiado lejos.
    Un relato muy bonito.
    Besicos.

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  3. Triste pero, muy bonita. Me ha gustado mucho. Sería mejor vivir en el mundo de sueños, que vivir aquí.

    Saluditos.

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  4. Siempre; es aquello de que la felicidad es aquéllo que nos falta. Un abrazo, MASAKOY.

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  5. Querido...cuanto tiempo, reabrí mi blog y que casualidad hablando de sueños como tú, me alegra ver que las cosas no cambien...espero que te pases a visitarme... Besos

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  6. Volarías libre Sara, siempre libre. Besos de relato bonito.

    Yo veo la historia más como nostálgica Esther aunque no quita la tristeza, jeje. Besos desde el mundo de los sueños.

    Claro que sí Jordicine Aunque nos falta la felicidad porque pensamos que nos falta y nos lo acabamos creyendo. Abrazos infinitos de felicidad.

    Hemos coincidido Adnama Se te echaba de menos. Besos alegres

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