17 mayo 2011

Cajón de mimbre

Tres días encerrado en su cajón de mimbre. El primero lo pasó cubierto de alcohol y amor de pago. Le gustó hasta que se despertó y no podía levantarse; la losa de no ser pesaba más que él mismo y le dejó aletargado entre los vapores del recuerdo de la noche anterior.

Su japonesa, musa con la que se escondía, le hizo despertar a su lado y hacerse preguntas a las que no quería contestar aún conociendo la respuesta, una respuesta que llevaba mucho tiempo intentando no escuchar. No hablaban, simplemente se entendían, y entendíó la pregunta en su mirada. "¿por qué?"  Dedicó una sonrisa a su sonrisa y su alegría mientras acariciaba su cuerpo, blanco y sedoso, un cuerpo delicado que protegía su corazón.

El segundo día lo pasó jugando con las puertas de su cajón de mimbre. Abría y cerraba sin conseguir poner un pie fuera. Aún así evitó hundirse con su cajón mientras escribía el nombre de Shakura con los labios.

El tercer día se preguntó"¿Esto es lo que quieres?" La respuesta fue el silencio de su propia pregunta "¿desde cuando? ¿Por qué? " Se dejó llevar y salió. Drogas, alcohol...  nada le llenaba. Ella seguía tumbada en la cama, esperándole, anhelando su contacto, deseando que ese amor envolviese su níveo cuerpo. Cuando él llegó se tumbó al lado de su japonesa, dejó descansar su cuerpo, cerró los ojos y viajó. En su sueño halló la respuesta.

Despertó encerrado en un cajón de mimbre forrado de sus propias mentiras, unas mentiras que fue tejiendo para convencerse a mi mismo de que eran "la verdad". Unas mentiras que tejían su tiempo sin dejarle avanzar en su realidad, que la ocultaban y camuflaban en sueños de una vida que no era la suya, de una vida sin amor ni cariño, siendo su propia vida la consecuencia de sus actos y la elección de sus decisiones. En su cajón de mimbre se encontraba la verdad,  llave que intentó ocultar para creer que su vida era la vida que él quería pensar, una vida que, vista desde el interior de su consciente consciente, no era la vida con la que soñaba.

Y su cajón de mimbre necesitaba que deshiciese los hilos para volver a soñar, siendo él su sueño y no la mentira que tejía lo que mostraba al exterior, donde se escondía, en su cajón de mimbre.

Pues su cajón de mimbre era sólo eso, un cajón del cual había tejido cada hebra con la que se dejó encerrar para respirar el aire con el que se tejen los sueños, un aire viciado por su propia personalidad. Un cajón de mimbre que tejió cuando tenía un sueño en el que escribió la respuesta que buscaba la satisfacción de su mentira.

Y su cajón de mimbre era suyo, el cajón en el que guardaba los corazones que robaba por las noches, entre roces de cariño y vapores de amor de pago. Un cajón de mimbre que tenía hambre de amor en una noche en la nadie las echaría de menos.

Se enfundó su capa, ajustó su sombrero de copa y salió a recorrer las calles de Whitechapel en el Londres de 1888.

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4 comentarios:

  1. Una forma poética de hablar de un personaje no tan poético ni tan inocente.

    Especial mención a la película "Desde el infierno" con Johnny Depp

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  2. Está curiosete... en resumen: me ha gustado.
    Un abrazaco y un saco de besos.

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  3. y tanto que ni tan...por cierto, que no me aparecia la actualizacion de tu blog, arrrr no se porqueeeeeeee

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  4. Dany: Se ha hecho lo que se ha podido sin pensar mucho, jejeje. Eso si, me ha dado una idea para una historia corta o corto, jejeje. Abracetes ecléptico.

    Aisn Susana, es que las actualizaciones son muuy malas, jajaja. Besos actualizados

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La máscara del más turbado