21 febrero 2011

La habitación que olía a cerrado


Esto lo he escrito para una amiga (que casualmente es la misma chica que me quitó el sentido) que está atravesando una etapa un tanto "singular". Espero que esta historia le ayude a recuperar la sonrisa porque por algún sitio siempre sale el sol.

La habitación olía a cerrado aunque ella no podía notarlo porque se encontraba fuera. Lejos de aquella habitación repleta de todas aquellas cosas una niña, ahora mujer, sonreía feliz iluminando el cielo de la vida con su sonrisa. La niña, aquella mujer, unas veces se comía el mundo poquito a poco, otras lo hacía de golpe, degustando cada trocito de universo con sabor a sueño de estrellas que llenaba su alma y su corazón con la savia de la existencia.

El día -con su brillante paleta de colores- era su refugio, ese castillo encantado en el que se escondía pintando de tonos dorados sus almenas; aquel palacio vestido de sedas plateadas, decorado con topacios, esmeraldas y todo tipo de brillantes piedras preciosas. Un bastión donde sentirse a salvo de los peligros que acechaban más allá de sus muros, unos peligros que amenazaban su existencia siendo ellos mismos la razón por la que pasaba las noches abrazada a la vela de la soledad, una soledad que era el peligro que ella misma había creado. Cada noche su manto de estrellas desaparecía, difuminado en borrosas formas que dibujaban aquello que tanto anhelaba y que le impedían alcanzar la felicidad que tanto tiempo llevaba buscando.


Una noche, cuando la sombra de la oscuridad se aposentó en su cuarto, encendió la vela que le había acompañado todas aquellas noches, cogió la cajita de madera donde había guardado sus besos y jugó con la llave que abría aquella cerradura. Una idea rondó por su cabeza mientras se calentaba al calor que le ofrecía la vela. Se durmió con la cajita entre sus brazos mientras su sonrisa dibujaba un brillo en su cara que hacía que aquella vela, la cual le había alejado del peligro siendo ella, la vela, el peligro en sí, se consumiese hasta no ser más que una mancha de cera que había dejado de ser alimentada.

Se despertó avanzada la noche, el negro de la estancia le prestaba su calor mientras dejaba que unos mechones de luna se colasen en la habitación y acariciasen la piel de aquella mujer que, aun siendo, niña había despertado dentor de la caja de los besos que había guardado.

Se desperezó estirando los brazos a la par que la tapita de la caja se abría irradiando destellos de luz verde que pintaban las paredes de la sala. Respiró profundamente y suspiró
.

Amanecía cuando abrió la puerta de aquella habitación que olía a cerrado, corrió las cortinas dejando que la luz invadiese el lugar por completo y dibujó la puerta de un mañana que esta vez sería suyo mientras una lágrima aventurera resbaló por su rostro acariciando su mejilla.


Amanecía cuando, con una sonrisa, abocetó el sol que bañaría su cuerpo aplicándole color
con su calor a la vez que una brisa de alegría y esperanza llenaba de aromáticos perfumes la habitación que antes había estado oliendo a cerrado.

6 comentarios:

  1. Lo mejor en estos casos y abrir la ventana y dejar salir los malos olores :)

    Besicos

    ResponderEliminar
  2. Pues claro: el sol sale cada día.
    Besicos.

    ResponderEliminar
  3. Muy emotivo, me ha gustado la ternura que ha despertado en mí.
    besos aventureros y abrazos telequinéticos.

    ResponderEliminar
  4. Hay que airearlo todo. Belén tiene razón, como siempre.

    ResponderEliminar
  5. Aire, aire... digo... viento, viento...

    ResponderEliminar
  6. Siempre ventilando Belén, Aún con la ventana cerrada, jajaja
    Besos mágicos, majica.

    Es que si no sale el sol mal vamos Sara. Besos soleados.

    Mientras sea ternura vamos bien, no vaya a ser que alguna chica se enfade conmigo por despertarte algo más,Dany jajaja Besos cuadrados de esquinas redondeadas

    Es cierto Jordicine Belén siempre tiene razón. Es majica. Abrazos en 35 milímetros.

    Aire no es una canción de Mecano, Saturnalia?? Mejor viento y que triga lluvias que si no este verano nos vamos a asar como pollos en una barbacoa. Una odisea de abracetes

    ResponderEliminar

La máscara del más turbado