12 marzo 2010

Latidos en 15 días.Capítulo 1. A

Después de tanta tontería audiovisual.. volvemos a escribir, que falta me hacía. Y sí, no son cosas de muertos



- ¿Carla? Tú no me conoces pero me gustaría encargarte un trabajito
–la voz del otro lado sonaba nerviosa-


- ¿Y quién te dice que no voy a colgar y tirar este teléfono a la basura?


- 100.000


- ¡¿100.000?! – esto empezaba a sonar bien.


- Sí, 100.000… y tú vida.


- …


- ¿Recuerdas que hiciste ayer anoche?


- Puff, a saber. Todavía me duele la cabeza.


- Anoche estuviste en el Club Zero bailando como una loca, contoneándote exuberante y… no volviste sola.


En mi cabeza empezaban a dibujarse las puertas del Club Zero, la larga cola, sus gorilas engorilados, la alfombra… ¡La alfombra! Dios, que hostia me he dado.


- ¿Te has caído, Carla?


- No. Me has tirado, hijo de puta – contesté.


Mientras sentaba mi resacoso culo en la alfombra que cubría el suelo de la entrada, mi vista se posaba en el rostro sin nombre que acababa de aparecer bajo el cerco de la puerta de entrada. El bastardo era grande, a lo alto y a lo ancho (o al menos eso me parecía estando tirada en el suelo) y estaba cubierto por completo. Los zapatos, envueltos en tela de color neutro. Un mono de trabajo, color negro, ocultaba sus ropas. Las manos, enguantadas, todavía sostenían el teléfono desde el que momentos antes me hablaba. El rostro lo llevaba cubierto por una máscara y, en su cabeza, un gorro escondía su pelo y cualquier pequeño detalle que pudiera ayudar a conocer su identidad. A través de su máscara se escuchaba el salir del aire a un ritmo rápido, le había supuesto un esfuerzo sorprenderme y derribarme y con este resacón era algo de lo más fácil.


El capullo me había sorprendido. Intenté ponerme en pie para recibirle como merecía pero un nuevo mareo, esta vez más escatológico, volvió a poner, de nuevo, mi culo en el suelo. Así que decidí quedarme ahí, no porque no pudiera levantarme, que podía, si no por que fue mi decisión. De nuevo, mi interlocutor habló y su voz volvió a sonar distorsionada, llevaba un modulador vocal.


- Por lo visto no recuerdas nada
–me dijo el fulano.- Típico de ti.


- Anoche fue mucha noche –conteste sin pretender ser cordial.


- Anoche volviste a casa con un caballero que…


- Espera que me toco y te cuento. –Palpé bien, con mi mano derecha, mi ropa interior a la altura de mi sexo (cuando estoy en casa me gusta estar cómoda, así que braguitas y camiseta de tirantes, cuando llevo ropa), me llevé la mano a la nariz y olí.- Nada, no hicimos nada. –Esto mosqueaba muchísimo a los tíos, ver como una señorita se comportaba de manera vulgar y soez.


- M-mi- mira – tartamudeó enfadado- No t-tengo tiempo para vulgaridades. Supongo que bajo esa montaña de basura, que tienes sobre la mesa, habrá un sobre. En él hay 10.000 e instrucciones sobre lo que se espera que hagas. Léelo y piénsalo bien antes de tomar una decisión.


Según terminó de hablar, se dio la vuelta y se dispuso a marchar.


- Y por favor
–añadió- vístete y limpia un poco esto. – Con esas palabras pegó un portazo y desapareció.


- Maldito ca… -una arcada me impidió terminar la frase.


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4 comentarios:

  1. Leer esto un viernes me hace recordar que no pruebe el alcohol...

    :P

    Besicos

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  2. Dímelo a mí Belén que mañana toca fiestukiiiiii. Besos besantes magicamente majica

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  3. Pues vaya. Eso de no tener límites puede darte desagradables sorpresas. Un abrazo, MASAKOY.

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  4. Hombre, algo toca Jordicine Algo toca, jejeje. Abracetes

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La máscara del más turbado