12 enero 2010

Latidos en 15 días. Preludio 2

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... del inicio.

Mi nombre es Carla y, como habréis adivinado, soy una mujer. Nací hace algunos años, mas no penséis que voy a revelaros mi edad; una señorita no revela intimidades. Vivo en Ciudad Central -sí, esa de los comics- desde hace más de diez años. De pequeña era una avispilla de ojos verdes, más bien una mosca cojonera -como decía mi padre-. Curiosa por naturaleza nunca me han gustado los topicazos sobre las mujeres: las chicas con las chicas, jugar a las casitas y a las muñecas, el color rosa o tener que aprender a hacer las labores del hogar y buscar un buen marido que me cuide, mantenga y me haga feliz. Un marido al cuál ser fiel mientras, sin ver sus infidelidades, le doy varios hijos y cuido de esa nuestra maravillosa familia. No soy como mi madre ni el resto de mujeres que conozco.

La vida siempre me ha tratado muy bien; vamos, de puta pena. Nací muerta tras una semana de retraso en un parto con complicaciones. Fue parto natural, natural que naciese muerta si mi madre no tenía fuerzas ni para respirar ¿Habéis probado a llevar un niño en vuestro vientre durante 9 meses mientras realizáis todas las tareas de siempre, y que, llegado el momento, el niño se niegue a salir? Seguro que no. Seguro que sois de esos que piensan que con meterla y estar ahí el día del parto habéis hecho demasiado. Me parto, me mondo y me troncho. Cuando ya habían decidido donar mi cuerpecito a la ciencia, que putada, decidí que ya era hora de montar jaleo y comencé a llorar. Mi madre siempre ha dicho que mi nacimiento fue un milagro; gracias a Dios que soy atea. La opinión de mi padre no dista mucho de la realidad “ya está la niña tocando los cojones”

Pasé mis primeros años de vida aprendiendo a andar entre médicos. Fui una niñita enfermiza que tardó treinta y ocho meses en aprender a caminar y que no articuló palabra alguna hasta la edad de cinco años. Fue en la guardería. Era la hora de la siesta y, como siempre, llevaba varios días enferma. Cuando noté unas manos que me desnudaban y recorrían mi pequeño cuerpo, desperté y lo dije:

- ¡¡¿Pero qué coño haces tío?!!

- Perdona pero tengo que ponerte el termómetro –el cuidador estaba acojonado. Causo ese efecto en los hombres.-

Eso no pasó de ahí. No hubo alegrías ni sorpresas “¡¡la niña ha hablado!!” ni nada por el estilo. No porque no supiese hablar, que sabía, si no porque en cinco años que tenía de vida no había dicho ni una palabra. Todos pensaban que “la niña ha nacido retrasada” según mi tía –qué luces. Nazco una semana tarde y dices que nazco retrasada. Tú cerebro si que está retrasado y nadie te dice nada-.

El caso es que, después de aquel incidente, decidí que ya iba siendo hora de empezar a hablar. Al principio eran frases cortas pero, poco a poco, fui cogiéndole el tranquillo -la de broncas que me habré llevado por no callarme.- Mi madre era muy feliz porque “su niña ya estaba completa” –no mamá, todavía me quedan algunos años,- pero mi padre era un poco más reticente a mí. Tras mi nacimiento, los médicos comunicaron a mis padres que no podrían tener más hijos. Eso hundió a mi padre y decidió pasar de mí y sumergirse en su trabajo. Él deseaba que hubiera nacido chico para así haberme podido enseñar todo aquello que un padre puede enseñar a si hijo varón para que continúe con su legado. Qué le vamos a hacer papá, no tengo colita pero los tengo cuadrados.

Por si no lo he dicho, mi madre era una feliz ama de casa, cristiana, que me vestía de rosa y me compraba muñecas con vestidos rosa y carita pánfila de “pégame que no te la devuelvo” Ellas lo decían y yo les hacía caso. Mi mejor amiga era una pipa; una pipa antigua que perteneció al padre de mi padre y al que yo llamaba abuelo. Una pipa de poli: la Walther PPK, de menor calibre que la clásica 45 y que no funcionaba ya. Pasaba largas horas escondida en el desván imaginado que detenía a este o aquel. Fui feliz hasta que, a los ocho años, mi padre me descubrió jugando a policías y ladrones. Qué dos hostias que me dio; una por pedirme ser el policía y otra para que aprendiese la lección.

Mi padre siempre quiso ser policía pero por problemas con las manos, las tenía muy largas, no consiguió entrar en el cuerpo. Se metió a detective privado y su lema era “¿para qué me voy a pringar si ya está la policía?”

El caso es que todo lo que sé se lo debo a mi padre. De pequeña nunca tuve amigos. Primero porque no hablaba ni me gustaba relacionarme; más tarde porque pasaba horas aprendiendo de mi padre, ayudándole con los casos “fáciles” y jugando con mi pipa. Como era enclenque y muy poquita cosa, los chicos no se me acercaban. Se reían de mí por tener el pelo “estropajo”, la piel muy blanca y hacer cosas de “chicos” Pero pegué el estirón y dejaron de reírse. Mientras a unos les cambiaba la voz y a otros les fallaba al acercarse a mí, yo se la fui devolviendo a todos una por una. Era feliz ayudando a mi padre en sus casos y jugando con mi “pipa” Con diecinueve años mi padre me llevó de putas.

- Papá, que soy una chica.

- Por eso. Si no, te hubiese traído a los dieciocho

Sí, la mía era una familia peculiar. Ese día fue el día de mi confirmación: nadie como uno mismo para saber hacerte sentir. Entró una niña y salió una mujer.


11 comentarios:

  1. Bueno, ya está la otra mitad. Las hubiese puesto las dos pero.... había que corregir. Me voy a seguir sudando gripe

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  2. Me ha encantado xDDDDDDDDDDDDDDDDD

    felicidades xD

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  3. Ahora si que lo entiendo todo jajajajaj

    Si es que soy una prisas

    Besicos y ánimo, la gripe no puede contigo

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  4. pues acabo de hacer un copia y pega y me lo he imprimido para leerlo tirada en el sofá, pa que negarlo, ejem ejem...oye mocosillo, estornuda pa otro lao emmmmmmmm

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  5. Pues con gripe y todo se te desparrama el arte ;)

    Besos.

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  6. Todavía no te has recuperado? Ánimos. Mola el post. Un abrazo.

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  7. Gracias Frusly Me alegra que te haya gustado. Besitos besantes.

    Es verdad, eres una prisas Belén pero no me importa porque llevo torta. Vamos de paseeoo.. Besitos mágicos majica.

    ¿Un copy paste Susana? Espero que te haya gustado, al menos para recuperar la tinta, jajaja. Beso ctrl+c ctrl+v, jajaja

    Mas que desparramarseme el arte, se me desparraman las lorzas de estas navipeich, Sureña Mañana al Gimnasio, que ya he sudau la gripe. Besitos con frenadol.

    Ya me recuperé Jordicine, aunque tengo los pies helados de vainill. No siempre voy a estar matando gente. A ver que me cuenta Carla, jajaja. Abracetes.

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  8. Han pasado 10 meses desde mi última publicación.
    Han pasado incontables cosas en mi vida.
    Algunas alegres, en su mayoría tristes y amargas.

    En verdad lo siento por alejarme de tu lectura.

    Estoy aquí para retormar mi camino.
    Nunca Muere.

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  9. Al caso es que has vuelto Nunca Muere ya sabeses... nunca muere, jejeje

    Abracetes desde mi mundo

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  10. De verdad, q tienes una imaginación q siempre me sorprende...
    Un besico.

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  11. Gracias Sara. Imaginación no me falta, jajaja. Besitos imaginativos

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La máscara del más turbado