07 diciembre 2008

La historia de Enrique José [p1]

Ahora he encontrado estas lámparas para el salón. Poco a poco va cogiendo forma, jejeje.



Vamos con

La historia de Enrique José

Erase una vez un joven plebeyo de un joven reino, próspero y lleno de jovialidad, en el cual la gente vivía alegre, feliz y sin envidias. No faltaba el pan en ninguna casa y siempre había trabajo para todos en aquel reino. Pero esta historia no es del reino, si no del joven plebeyo al que todos llamaban Enrique José. Y Enrique José, que así le llamaremos también nosotros, era un joven feliz, apunto de contraer matrimonio con una joven campesina de cabellos azabache y alegre tez. Hasta que cierto día recibió una triste y mala noticia, la cual no narraremos ya que era muy triste y muy desgraciada, la noticia.

En fin, la vida de Enrique José dio un giro de 360º, transformando a este en un ser despiadado y cruel. Pasó de ser feliz y risueño a ser una persona que disfrutaba causando el mal a todo el mundo.

Al principio eran pequeñas cosas: robaba a los pobres, se reía de los ciegos y de todo aquel que no era normal, bueno, normal no, si no como él; estaba hecho un nazi. La gente pensaba que ya pasaría, que era culpa de tan grande desgracia pero la cosa se agravó. Hizo caer en desgracia a su familia. A Umberta, que así se llamaba su prometida, le robó el molino de agua, regalo de su familia. Enemistaba a hermano contra hermano, padre contra hijo, vecino contra vecino y así este reino de alegría pasó a ser un paraje desolado y lleno de desconfianza por el cual los viajeros evitaban pasar.

Pero un día, en el cuál Enrique José paseaba por el páramo, se encontró a una simpática viejecita que, al verlo tan serio y tan cansado, le ofreció un trozo de queso y un poco de pan. A Enrique José le disgustó tanto el gesto de tan amable viejecita que le tiró el queso y el pan a la mismísima cara. ¡Qué desagradecido! Al instante, la adorable viejecita se transformó en una joven de belleza sin igual que, irradiando una gran energía, le dijo:

- Estas triste y ojeroso ¿qué te pasa, so asqueroso?


Enrique José saco su daga y raudo, fue directo a clavarla en el corazón de la mágica doncella. Con un rápido y elegante gesto, la bella doncella, irradiando cual estrella, susurró unas palabras que sumieron por las malas a aquel joven rencoroso en el sueño más oscuro del abismo más profundo, donde en un sin fin de días sufriría pesadillas. En resumen: le durmió. Y mientras Enrique José dormía la doncella le susurró al oído:

- Cuando dentro de tres días, despiertes de tu letargo todo cambiará para ti. El daño que hayas inflingido te será devuelto con creces. Aquellos que fueron motivo de tus burlas se burlarán de ti. Cada pellizco, cada torta, cada desprecio te será devuelto con creces hasta que vuelvas a ser aquel joven alegre y feliz. Debes aprender pronto esta lección o perderás todo para siempre.

Así fue como Enrique José, a los tres días, despertó y, sintiendo un hambre atroz, dirigióse a su hogar. En el camino se encontró con un mendigo que le ofreció un poco de agua. Enrique José estaba tan sediento que apuró hasta la última gota, olvidando dejar agua para el mendigo que se la estaba ofreciendo. Cuando nuestro joven protagonista hubo saciado su sed, le quitó al mendigo el poco pan que le quedaba reanudando su camino a casa. El mendigo, sin rencor, susurró:

- Ahora tendrás la boca seca y sentirás un hambre que nada podrá saciar. Todo lo que bebas y comas te sabrá a rayos y acabarás escupiéndolo. Así aprenderás a no quitarle la comida a los demás.

Al llegar a casa, nuestro joven Enrique José, tomó un trozo de pan para comer antes de acostarse, pues ya había entrado la noche y volvía a tener hambre. Se metió en la cama y empezó a comer. “¡Qué asco!” gritaba Enrique José mientras escupía el pan que acababa de llevarse a la boca. Levantóse y dirigióse nuestro joven a la despensa. Una vez allí tomó un poco de vino -bueno, un poco no, tomó todo lo que quiso y más- y al beber este, le supo tan mal que no tuvo más remedio que tirarlo. Su padre, que ante tanto alborotar acercose a ver qué desgracias le pasaban a su querido hijo, no tuvo más remedio que aguantar la cólera de este.

Al día siguiente, y como venganza de sus familiares por haberles despertado a mitad de la noche con tanto griterío, a Enrique José no le quedó más remedio que ver como estos comían mientras a él no le habían puesto comida en el plato. Al anochecer Enrique José fue a acostarse en su cama y cual no fue su sorpresa al encontrarse bajo las mantas piedras y cristales, junto con un puñado de chinchetas, no teniendo más remedio que acostarse en el frío suelo de su habitación, sin apenas poder descansar esa noche.

Culete culete: Tu bi Continut

8 comentarios:

  1. hola!!!

    Sin duda me quedo con las lámparas de helado.
    va a quedar curiosa la casa...

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  2. Joe, no había otro nombre??? Más parece un galán de telenovelas que un joven plebeyo de un joven reino jajajjaja

    Continúa, continúa...

    :)

    p.S.: Las lámparas, mu monas ellas.

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  3. Hay muchos "Enriques Josés" desgraciadamente...
    Saludos dedomingo

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  4. Molan las lámparas de los personajillos, querido mago (jo) mío...

    Y el cuento me ha recordado tanto al sueño de una noche de verano! el puck es vengado! jajajajjajajaja

    besicos

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  5. Con ese nombre me recuerda a los nenes de la Preysler... por favor, qué historia la suya...

    Veremos lo que pasa :)

    Besos

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  6. Hola hola.. brrr, que frío.

    Pues casmi me como las lámparas de jelado S a N d R a pero han aguantado bien, que no mi dentadura, jejeje. Besos.

    Es que Enrique José es el Enrique José Pati Es que era un jóven plebeyo de las 4 de la tarde, jejeje. Besantes besos.

    Hay, Fantasía si yo te contase cuantos Enrique José conozco me sobrarían dedos de la mano, jejeje. Un placer placeroso y besos del tamaño de una montaña.

    Lámparas de colgar Dintel, fijate tú que cosas más curiosas. Aunque le he hechado el ojo a unas lámparas de apoyar que... pufff. Besos, chica insomne.

    No me dijas majica mía, digo Belén Había pensado en titular el cuento "sueño porque estoy dormido" pero me gusta más "sueño de una noche de verano" jejeje. Ah, que ya está escrito.. joooo. Besicos, majica.

    Nada Sureña Aquí nada de porcelanosa, gres, julios ni agosots (broma obligada) Sólo Enrique José para servirle a usted. Besos y requetebesos navideños.

    A seguir p´alante.

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  7. Buenísimo querido....como siempre, disculpa mis ausencias.
    Besos hasta el infinito

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La máscara del más turbado